viernes, 18 de junio de 2010
El desgarro
Recobré el sentido y una leve luz iluminaba mi estancia,con horror y repugnancia vi lo que me había pasado. El olor a sudor y sangre despedían un hedor tal que sólo era comparable con el dolor no mortal que existía en mi alma. Allí estaba yo crucificado como aquel a quien llamaron el Rey de los Judíos,las manos y pies me ardían,pero el dolor se hacía éxtasis en mi interior. Intenté descolgarme en vano,intente gritar,pero el llanto y la sangre que emanaba de mi boca ahogaban los gritos. La puerta se abrió,en el umbral vislumbré a una figura alta y fuerte,ataviado con un manto de color oscuro. Se acercó,cuando nuestros ojos se encontraron él comenzó a reír,una risa sepulcral que me aterraba más que la situación. Cogió algo que estaba escondido entre las sombras de la habitación,mis ojos se abrieron comencé a gritar y balbucear cuando vi que lo que sostenía sus manos era un gancho. Volvió a mirarme,su mirada era fría aunque a la vez cegadora y tierna,con un movimiento rápido desgarró mi piel comenzando con mis labios hasta llegar al vientre para volver a subir de nuevo. No sentí nada,sólo fuego e hielo,era un calor frío y amargo que me aturdía cada poro de mi piel. Sentí la brisa al abrir la puerta y el golpe secó que dió está al cerrarse. Estaba sólo, los fluidos de mi cuerpo caían en una cascada, el golpe de la sangre en el suelo me enloquecía. Mi mente divagó se dejó ir a los rincones más inhóspitos del alma humana. Tenía sed, una sed embriagadora, notaba el latir de mis entrañas saliendo de mi cuerpo, moví mi mano en un arrebato de sacrificio por soltarme de esa maldita cruz. Levanté los ojos,miré perplejo al techo dejando que mi cuerpo muriera en un halo de cobardía. Soñé con barcos y guerra, con fuego e hielo, con pájaros que me elevaban y luego me descendían a una velocidad vertiginosa. Creo que morí. El sol se reflejaba en mi rostro através de un pequeño ventanal,seguía atrapado lleno de sangre y heces a mi alrededor,intenté de nuevo soltarme y casi los clavos desgarraban mi carne,ya está casi hecho me dijé,pero cuando por fin mis sentidos y mi cuerpo respondían, se apareció ante mí. Ví su rostro palidecer ante mis heridas y mi fuerza,ví como una lágrima rodaba hasta su cuello,en ese momento una maza volvió a clavar mis manos. Lloré porque me habían vencido,me dejé marchar oía como mi cuerpo se descomponía de dolor,ya me voy, pensé, aquí acaba todo. En ese instante el me descolgó quede tirado en el suelo como un vil muñeco de paja. Cubrió mi cuerpo con una sábana de seda azul y me dio agua para beber. Sonrió y me dijo Bienvenido.
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